Humanizar las metas corporativas
Periódicamente
las organizaciones ajustan sus directrices estratégicas y definen sus metas de
gestión; algunas empresas se focalizan en alcanzar nuevos mercados, otras en
ampliar sus líneas de productos o servicios, otras buscan fortalecer la
satisfacción de sus clientes, otras consolidar alianzas, y esto solo por
mencionar algunos de los enfoques más recurrentes.
Estas
metas de gestión en su gran mayoría se expresan en cifras y aquí es donde debe
existir una evolución porque una
organización más que cifras son personas, una empresa no es viable sin
personas, ya sean colaboradores, proveedores o clientes; por ello se deberían
humanizar las metas corporativas.
Esta
humanización, implica tener foco en las personas en cuanto a lo que se quiere
aportar y lograr con ellas. Por ejemplo, que los colaboradores se sientan parte
del propósito común que persigue la organización, que los colaboradores puedan
construir su proyecto de vida junto con su desarrollo laboral, que los clientes
se sientan satisfechos con los servicios o productos que se ofrecen, que los
proveedores sean aliados estratégicos en la gestión, que la comunidad perciba y
evidencie que la empresa no genera impacto negativo a su entorno, y la lista
podría continuar. Esta humanización de las metas corporativas se traduce en
trabajar en la construcción de relaciones para consolidar vínculos con todos
los grupos de interés de las organizaciones.
Construir
relaciones implica para las organizaciones un reto mayor al de alcanzar una
estadística o indicador, no se limita a establecer canales o medios de
información para contarles qué es y qué hace la organización, sino que exige un
involucramiento permanente basado además en valores y principios.
Realicemos
una analogía con nuestra vida personal, lo más valioso que tenemos es nuestra
familia y los amigos; es decir, nuestras relaciones enriquecen y son el motor
de nuestra vida. Para que sean valiosas y enriquezcan, deben ser relaciones
sólidas basadas en el respeto, la tolerancia y la solidaridad. Si nos
focalizamos en fortalecer estos tres valores relacionales permitirá a las
organizaciones tener mejores espacios laborales, mejor conexión con la
comunidad, mayor coordinación con los proveedores y su gestión será más
eficiente y sostenible.
Esta
triada de valores tiene una secuencia que inicia con el Respeto, como una
exigencia primero individual y luego grupal, respetar para ser respetado;
continua y se afianza con la Tolerancia porque ser tolerante es ser respetuoso
de la individualidad del otro y de sus diferencias, para lograr una convivencia
armónica y Solidaridad con el fin de disminuir el individualismo y poder
comprender al otro conociendo sus realidades con sus fortalezas y
limitaciones.
Las
formas para gestionar este relacionamiento son la comunicación y la cultura
organizacional; a través de ellas podemos identificar, conocer y escuchar a
nuestros grupos de interés, construir un mapa de públicos para trazar rutas de
relacionamiento estratégico, entrenar a los integrantes de la organización para
que adopten comportamientos basados en valores y lo más importante buscar que
esto no sea esporádico sino permanente para marcar la diferencia y que en
verdad sea un motor organizacional.
El
reto es humanizar las metas corporativas al trabajar en las relaciones que
tienen las organizaciones, obteniendo una ganancia no solo para el contexto
corporativo, sino un gran aporte para los entornos de familia y de país. Y es
la esencia para una convivencia en paz.
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