El efecto equivocado de AXE

Lo que prometía ser una tarde de emociones y sensaciones fuertes se convirtió, aquel 22 de junio de 2013, en una pesadilla que la marcaría para siempre. Yaiza Schmöhe era una de las semifinalistas del concurso AXE Apollo Space Academy, que enviaría al espacio a 22 personas. Un sueño para esta doctora en Física Teórica y Cosmología que tornaría en la peor experiencia de su vida.
Después de destacarse sobre las 17.400 personas que iniciaron el concurso, Yaiza y otros 20 jóvenes españoles aterrizaron en Ibiza para celebrar la prueba más impactante: un blob-jump. De lo que hicieran aquella tarde dependería que se encontraran entre los dos afortunados que competirían por un puesto español en la nave espacial. Entre nervios e impaciencia, observaban los ensayos, en los que participaban voluntarios y periodistas, pero ninguno de ellos. El primer contacto con el blobbing sería el decisivo.
Este deporte de aventura consta de dos sencillos elementos: una colchoneta y una plataforma. El saltador permanece sentado en la colchoneta con los brazos abrazándose las rodillas, en posición de bomba, y dos o tres personas se lanzan desde la plataforma elevada sobre el otro extremo del hinchable, de forma que el saltador sale disparado a cinco o seis metros de altura y cae en el agua.
A priori, esta actividad, habitual en las despedidas de soltero, no es peligrosa si se guardan unas mínimas medidas de seguridad. Pero aquella noche, cuatro de los saltadores acabarían en el hospital.
Una caída de cinco pisos
Yaiza era la última participante. Mientras esperaban su turno, los concursantes veían los saltos de sus compañeros desde unas pantallas gigantes. Iban vestidos con trajes de astronauta que ellos mismos habían diseñado, incluido el casco, y que nadie revisó porque "se les había echado el tiempo encima". Yaiza decidió en el último momento no ponerse su casco de papel maché. "Un amigo, profesor de acrobacias me dijo: 'ni se te ocurra saltar con eso, te puedes degollar'", recuerda.
Pero lo peligroso de saltar con un traje amateur era la menor de sus preocupaciones, porque mientras esperaba vio que la organización había cambiado las condiciones de la prueba. "En lugar de dos personas, a la colchoneta saltaban tres y, para que fuera aún más espectacular, habían subido unos metros la plataforma. No hace falta ser físico para saber que si saltan más, y desde más alto, la fuerza con la que saldrá volando el saltador será mayor, sobre todo si nadie tiene en cuenta el peso".
Así que cuando su turno llegó, a las 11 de la noche, Yaiza iba mentalizada de que la experiencia iba a ser más fuerte de lo esperado. Había competido en salto de trampolín, así que sabía cómo caer para no hacerse daño. Eso si hubiera podido ver el agua antes del impacto, claro.
"Era ya noche cerrada y, para añadir efectismo, la organización había instalado unos potentes focos que seguían al concursante en su salto, y lo cegaban, pero no iluminaban el agua", relata la joven. El resultado: un salto de 12,5 metros, equivalente a un quinto piso -el Record Guiness está en 22- y una caída a ciegas de cara al agua. "Los trampolines de competición nunca se elevan más de 10 metros porque, a partir de esa altura, o caes de pie o el golpe que te da el agua es como caer al suelo", dice.
Una incapacidad permanente del 48%
Y lo peor se produjo. La fueron a buscar en moto de agua y le preguntaron si estaba bien. "Estaba rara, como disociada, era como si tuviera una parte del cerebro bloqueado, pero como los vi muy alarmados, supuse que todo iba bien", relata. Al salir del agua, tenía un ojo hinchadísimo y morado. En la improvisada enfermería de la organización le dieron un ibuprofeno, pero dos enfermeras entre el público la instaron a ir inmediatamente al hospital.Por el aspecto de su cara, podía tener un derrame cerebral.
"Cogí un taxi, acompañada de la chica que hacía de enlace entre la empresa y los concursantes, y tuvimos que recorrer tres centros antes de que me atendieran: nadie tenía ni idea de qué seguro teníamos". Finalmente, en su parte de urgencias aparecería, efectivamente: "Seguro desconocido".
La sorpresa llegó cuando, al llegar, encontró a otros tres compañeros, también heridos: uno se había cortado la nariz al saltar con un casco de moto, otra tenía lesiones en la columna y una tercera, los ligamentos de una rodilla rotos. Yaiza se había fracturado dos huesos de la cara y tenía contusiones en el cuello y las rodillas. Tanto ella como las otras dos concursantes acabaron en el quirófano.
Tras el ojo izquierdo de esta profesora de Física y Química hay hoy una malla de titanio que le ha impedido trabajar desde entonces. "Veo doble si miro para arriba, para abajo o hacia los lados, así que no veo la pizarra ni a la mayor parte de la clase. Si hay un vaso encima de la mesa, es fácil que lo tire y me cuesta mucho bajar escaleras, así que imagínate el peligro que puedo tener en un laboratorio", asegura. Tiene reconocida una incapacidad permanente del 48%.
Lleva de baja más de 800 días y ha tenido que recibir atención psicológica. La bajada de defensas que le provocó el estrés del accidente le hizo desarrollar, además, varias enfermedades. "Yo era una persona alegre, vital, deportista, y esto me ha cambiado la vida por completo".
Y qué dice la empresa?
Con Unilever, la empresa propietaria de AXE, no ha vuelto a tener ningún contacto. "No quieren saber nada, se limpian las manos", cuenta. Por eso, Yaiza interpuso contra ellos, el otoño de 2013, una querella por un delito de lesiones por imprudencia, que sigue en el juzgado. Pero las cosas de Palacio van despacio y, mientras tanto, ella se siente "completamente ignorada". FCINCO se puso en contacto en la tarde del lunes con Unilever y la compañía ha declinado hacer declaraciones. Unos escuetos "esto se contrató" y "sí que fue atendida, fue al hospital", y sólo esperar a la resolución judicial. "No podemos hacer más".
El pasado viernes, después de darle muchas vueltas, Yaiza decidió que lo suyo era dar a conocer su historia al mundo. Más de 200.000 personas han firmado ya su petición en Change.org. "El concurso de AXE me ha destrozado la vida y eso ya no puedo cambiarlo. Lo que sí podemos cambiar es la impunidad con la que actúan grandes marcas como Unilever al no responsabilizarse de sus errores, que entiendan que las personas somos más importantes que sus productos y que no jueguen jamás con la vida de nadie por un poco de publicidad", reza su carta.

Video: https://www.youtube.com/watch?v=1ojveK7yYwE 
Tomado: http://www.elmundo.es/f5/2016/04/18/5714f40c468aeb15188b4674.html?cid=OUTSINER001&s_kw=expansion








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