La promesa de marca se pone a prueba cuando más se necesita
En el mundo de los servicios esenciales como salud, seguros, o asistencia, las marcas invierten millones en construir cercanía. Pero ¿qué ocurre cuando esa promesa se enfrenta al momento de la verdad?
Vivimos en una era
donde las marcas no venden productos o servicios: venden promesas. Desde
campañas emotivas, influencer marketing, patrocinios, relaciones públicas hasta
experiencias, la narrativa dominante gira en torno a estar “cerca del cliente”,
“acompañar en los momentos difíciles”, “resolver cuando nadie más puede”,
“estar ahí”. Palabras cuidadosamente elegidas, reforzadas por imágenes de
familias sonrientes, interfaces amigables y slogans reconfortantes.
Pero en sectores
sensibles como la salud, la previsión o la atención de emergencias, el verdadero
valor de una marca no se mide por su creatividad publicitaria, sino por cómo
actúa cuando el cliente está en crisis, donde muchas veces puede definir la
frontera entre la vida o la muerte.
Y ahí es donde, muchas veces, el
sistema falla con consecuencias que van más allá de romper una promesa, sino
con consecuencias que impactan en la vida de las personas a niveles que los
colaboradores de las empresas no tienen idea.
En
teoría, los servicios críticos deberían ser diseñados para simplificarle la
vida al usuario y reafirmar la promesa de marca cuando más se lo necesita. Pero
en la práctica, las personas que necesitan resolver situaciones urgentes como
internaciones, autorizaciones especiales, coberturas excepcionales, pagos
demorados, entre otros requisitos se enfrentan a procesos fragmentados,
contradictorios, opacos, confusos o de incertidumbre total.
La
experiencia del usuario, que parecía clara desde la app, la web o campaña, se
transforma en un juego de obstáculos: formularios duplicados, áreas que no se
comunican entre sí, tiempos indefinidos, respuestas impersonales o directamente
la ausencia de respuesta.
Lo
que en la superficie parecía cercano y ágil, se revela como un sistema
defensivo. Uno que prioriza proteger a la organización, no al usuario.
En experiencia de usuario (UX, por
sus siglas en inglés), existe el concepto de moment of truth: ese
instante en el que se pone a prueba todo lo que la marca dice ser. No cuando el
cliente está explorando opciones o navegando una landing page, sino cuando realmente
necesita que la promesa se cumpla. Es ahí donde muchas marcas pierden su
coherencia.
Porque la empatía no se demuestra con
frases emotivas, sino con protocolos diseñados para escuchar, resolver y
contener. La innovación no es lanzar una nueva app, servicio o producto, sino
garantizar que cada canal funcione como una extensión real del compromiso
humano, sumado a una comunicación integral entre las diferentes áreas. Porque
la experiencia del cliente no se valida con NPS (Net Promoter Score), una métrica
que mide la lealtad del cliente y su disposición a recomendar una empresa o
servicio a otros a usuarios satisfechos, sino con la capacidad de actuar frente
a la vulnerabilidad.
Cuando
la experiencia de usuario no vale una vida
En los servicios críticos, el usuario
no es solo un consumidor, sino también la familia: son personas atravesando
miedo, urgencia, desgaste emocional. Cuando un sistema no contempla ese estado
y le exige al cliente que se vuelva su propio gestor, abogado o auditor, no
solo falla la experiencia. Se rompe algo más profundo: la confianza, sin contar
los efectos en la salud.
Por eso, el diseño de experiencia en
estos sectores debe integrar lo que llamamos empatía aplicada. No es una sensación ni un
atributo blando. Es una metodología. Significa anticipar la fragilidad, evitar
el lenguaje técnico innecesario, crear rutas de resolución reales y sobre todo,
responder de una forma asertiva, evitando respuestas automáticas, bots o
asistencia por IA, porque el trato humano es algo irreemplazable. Aunque la
respuesta sea: “aún no lo tenemos, pero estamos acá”.
La
mejor marca no es la que promete más. Es la que se sostiene cuando el usuario
está en su peor momento. La que no se esconde detrás de procesos, ni desdibuja
su propósito cuando el caso se vuelve complejo.
En la actualidad, las organizaciones
que realmente logran diferenciarse son aquellas que alinean su propuesta de
valor con su operación interna. Donde la promesa de marca no se queda en el
marketing, sino que permea en sistemas, personas y decisiones. Y eso, en
sectores sensibles, no es solo una ventaja competitiva: es una responsabilidad
ética.
Por
esta realidad, la pregunta que deberían hacerse quienes lideran marcas en
sectores críticos no es “¿qué estamos diciendo?”, sino: ¿qué tan preparados
estamos para sostener lo que decimos, cuando más se nos necesita?
Porque
toda marca vive en el imaginario del consumidor hasta que un día ese consumidor
se convierte en paciente, en familiar angustiado, en alguien que necesita que
el relato se vuelva realidad. Y es en ese instante donde la experiencia ya no
es un concepto abstracto, es el momento crítico cuando se valida si esta
promesa de marca es verdad o no.
Tomado: https://expansion.mx/opinion/2025/05/11/la-promesa-de-marca-se-pone-a-prueba-cuando-mas-se-necesita#
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